Thursday, April 10, 2008

Como la vida misma...

Gente Sensible, Pudorosa o Facilmente Impresionable, abstenerse de leer el siguiente relato... quedando las escaleras a dispocision del publico, el propietario no se hace responsable del uso del ascensor...

Un lindo fin de semana de algun enero de un año no tan remoto, un grupete de amigos y servidora nos pusimos –milagrosamente- de acuerdo para ir a una quinta, todos juntos. Pileta, quincho, asado, mate, empanadas en el horno de barro, mucho fernet, algun champú, bikinis y la infaltable pelota de futbol.
Nos transladamos el viernes por la tarde, nochecita casi, en varios autos (la cantidad de gente no era clara, seriamos aproximadamente una docena) al lugar donde perpetraríamos el intento de mini gran hermano.
La misma noche jugamos cartas, una especie de pocker, con lo cual yo perdi como en la guerra, tengamos en cuenta que no soy capaz de ganarle a la casita robada a mi sobrino de 6 años. Risas a las tres de la mañana y charlas sobre cine y literatura. Todo transcurria como en una película de Aristarain casi. Con esa onda de amigos querendones que se reencuentran después de ires y venires y festejan retornos.
El sabado amanecimos trankilos, los masculinos jugaron unos fulbos y las chicas comimos facturas y tomamos mate y mucho sol. Cayo la noche y con ella la fiesta empezaba a adivinarse. Nadie fue con ficha segura, esto es, los ekipos estaban parejos, pero ninguno habia confesado tener entre ceja y ceja a nadie en especial, ibamos de libres, a ver que pasaba. Las empanadas y el tinto nos fueron emparejando. Un desubicado saco un Trivial Pursuit.
Como es costumbre en este grupo, la Cultura es Alcoholica, no hay otra forma. Esto quiere decir que nos jugamos un trivial, pero si perdes “tomas”, si ganas un kesito “haces que tomen”… y asi… antes de que hubiese un ganador el pedo ya era casi bionico…
De a poco nos fuimos repartiendo y dispersando, habia gente en la pileta, habia gente detrás de un pino, habia gente en un auto, y otros mas ortodoxos y rapidos se habian apropiando de las habitaciones… Un éxito. Cuando cada uno terminaba “su turno”, o dejaba de tirar el dadito, como kieran llamarle, nos reencontrabamos en el kincho, para recuperar energias, despeinados, transpirados y risueños.
De repente, escuchamos gritos… no, no, gritos seria algo sutil, eran mas bien alaridos, de alguna de las chicas que faltaba. Obviamente, los cuatro que estabamos decidiendo si eramos capaces de leer como para seguir jugando al trivial o mejor nos refrescabamos en la pileta, nos miramos sorprendidos, no preocupados, porque el alcohol ya sabemos que no deja medir muy bien el peligro.
Quien seria? Nos miramos… dos segundos después vemos pasar velozmente a una de las chicas que “habia ido conmigo”. Una compañera de trabajo, no muy cercana, pero que tenia onda con uno de los chicos que propuso el programa de fin de semana de relax en el campo. Gritaba cosas como “sos un imbecil” “bestia” “pelotudo” y otras tantas que no retuve, mientras se vestia. Se subio a su auto, y se fue.
Viene mi amigo al kincho, el que estaba con ella, el destinatario de tan bonita prosa, subiendose el short y acomodandose las ojotas. Evidentemente, el seguia muy alcoholizado. Y cometio el error de contarnos lo que sucedió. Estaban en el fondo, en un cuarto, donde, como en muchas kintas, se guardan herramientas de trabajo, caños, picaportes, llavecitas, tuerkitas, roldadas, machimbres, y que se yo cuanta porqueria mas. Habiendo lugares mas pintorescos, a ellos se les ocurrio meterse ahí. Antes de comenzar la faena, el muchacho le hizo esta pregunta “te gusta que te metan cositas por aca?” (Imaginen donde tenia ubicado el indice), ella, parece ser, contesto que si, y se acomodo. Ella por “cosita” supondría que mi amigo se referiria a su amigo.
Y mi amigo por “cosita” entendio el mango de un martillo. Las carcajadas nuestras llegaron desde Garin hasta Chacarita.

La historia termina de la siguiente forma: Mi amigo se gano el apodo de “el loco de la ferretería”. Mi compañera de trabajo, gracias si me dirigia el saludo. Tuvimos que volver apretados, porque nos faltaba un coche. Desayunamos churros que fuimos a comprar por ahí. Volvimos el domingo, cantando canciones de Perales por las autopistas del sol.

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